«…Cuando tenía seis años, vi una vez una imagen magnífica en un libro sobre la Selva Virgen que se llamaba «Historias Vividas». Representaba una serpiente boa que tragaba una fiera…”.
“…Reflexioné mucho sobre las aventuras de la jungla y, por mi parte, logré trazar con un lápiz de color mi primer dibujo.
Mostré mi obra maestra a las personas mayores y les pregunté si mi dibujo les daba miedo. Me contestaron: «Por qué un sombrero podría dar miedo?»
Mi dibujo no representaba un sombrero. Representaba una serpiente boa que digería un elefante. Dibujé entonces en el interior de la serpiente boa, para que las personas mayores pudieran comprender. Siempre necesitan explicaciones. Las personas mayores me aconsejaron dejar de lado los dibujos de serpientes boas abiertas o cerradas, e interesarme en cambio en geografía, historia, matemática y gramática. Es así como abandoné, a la edad de seis años, una magnífica carrera de pintor. Había sido desalentado por el fracaso de mi dibujo número 1 y de mi dibujo número 2. Las personas mayores no entienden nunca nada por sí mismas, y es cansador para los niños darles una y otra vez explicaciones..” (El principito Antoiine de Saint-Exupéry).
Así comienza “el Principito”, este hermoso fragmento me recuerda lo maravilloso que es ser niño y lo equivocada que a veces estoy… quiero que los “Principitos” que vienen al taller APRENDAN de color, línea, forma, pintores “importantes”, técnicas… cuando debería ser yo la que aprendiera de la inocencia, expresividad, espontaneidad… no sólo de lo que hacen sino también de lo que me cuentan.
Piensas planificas, preparas y cuando empieza la clase por mucho que te hayas empeñado en organizar como un adulto todo termina siendo una aventura. Estos pequeños artistas saben lo que quieren, no existen complejos, ni ideas preconcebidas, pídeles que se dibujen y se pondrán tres ojos o se pintarán de verde la cara cuando al mismo tiempo son capaces de retratar a otro con un parecido y detalle increíbles.
Hace poco hemos pintado un paisaje y Manes me sorprende con una reflexión muy seria sobre lo que él denomina “el contraste y la profundidad entre las montañas azules y los árboles coloristas”, o cómo otro día generamos manchas simétricas sobre un papel dejando caer gotas y a Mireia le salieron dos perros extraordinarios que yo jamás hubiera visto. Los dibujó sobre las manchas con todo tipo de detalle, lo mismo que Hegoi, que con sus cuatro años recién cumplidos dibujó un escorpión maravilloso.
Les pregunto por el pintor con el que estamos trabajando ahora: Van Gogh. Dice Jon Ander: “…estaba un poco loco porque se cortó una oreja pero me gusta porque utiliza colores muy alegres y parece que las estrellas y el viento bailan en el cuadro…”. Y Saioa “…a mi también me gustan y me recuerdan al sol por sus colores y formas…”
Me gustan sus pensamientos cargados de sinceridad, en ocasiones sorprendentemente reflexivos, otras, casi surrealistas como sus dibujos llenos de narraciones fantásticas que te explican con todo tipo de detalles, sus colores vivos y alegres: Rostros azules, árboles arcoíris…; me gusta su falta de prejuicios e ideas preconcebidas que tanto daño nos hacen a los adultos, y que tanto nos empeñamos en inculcarles; me gustan sus risas, cómo me miran sorprendidos como si hiciera magia y te regalan una sonrisa cuando corren, gritan aunque a veces les riña y me enfade.
Más tarde me rio y pienso: “¡Cuánto tengo que aprender!”. ANE M.G.